Cada día la publicidad intenta hacernos sentir culpables para que compremos cosas. Así que se me ha ocurrido una idea para un anuncio.
Vemos a un hombre llegar a su casa. Silva alegremente mientras cuelga su gabardina en un perchero.
Después llama a su mujer.
—¡Cariñoo! He renovado el seguro del coche.
La mujer le mira horrorizada. Ahoga un grito, corre al dormitorio y sale con una maleta.
—Cariño, ¿a dónde vas?
—¿Cómo has podido renovar el seguro sin usar un buen comparador? Te dejo,
Paco. No puedo vivir con alguien tan imprudente e impulsivo
financieramente.